Teoría del Pensamiento Complejo
*.- Alejandro A. Artigas Núñez
Pensamiento, es un término que en su esencia
latina “cogitativo” significa, cualquier actividad mental espiritual. Así mismo
es la actividad del entendimiento o de la razón, que Platón designaba como el
total conocimiento intelectivo, que comprende, ya sea el pensamiento discursivo
o el entendimiento instructivo, y a veces la palabra. En cuanto al pensamiento
discursivo éste consiste, según Abanino (1999), en reunir y comparar las interacciones
universales, versados sólo sobre los datos ofrecidos, sin producir
conocimiento.
Al respecto, el filósofo alemán Hegel (1770),
uno de los teóricos más influyentes del pensamiento universal desde el Siglo
XIX, definió el pensamiento identificándolo con la autoconciencia creadora;
como una actividad coincidente con su propia producción; es por lo tanto, la
esencia o la verdad de toda cosa.
El pensamiento se hace complejo cuando se hace
una red, un tejido, según González (1997) no es una respuesta ni una solución,
es un método que suscita y permite la interrogación y el asombro ante un
universo que no está sometido a la soberanía absoluta del orden, sino que es el
juego y lo que está en juego de una dialógica, entre el orden y el desorden y
la organización. El pensamiento complejo
no es un pensamiento que rehace la separación en beneficio de la
inseparabilidad, que rehace la lógica para autorizar todas las trasgresiones.
Al respecto, el pensamiento complejo resumido
por González (ob/cit), “es en esencia, el pensamiento que integra la
incertidumbre y que es capaz de concebir la organización, que es capaz de
religar, de contextualizar, de globalizar, pero al mismo tiempo, de reconocer
lo singular y lo concreto”. (p.22). Lo que significa que desarrollar un
pensamiento complejo implica: aprender a pensar, a reflexionar de una manera
abierta, libre, indagando, descubriendo, con actitud crítica, ética y estética
y gnoseológica, frente al mundo, al saber, a la sociedad y a sí mismo. De esta
manera el pensamiento complejo engloba el desarrollo de las llamadas
inteligencias múltiples.
Para Morín E. (1999), la complejidad puede
entenderse como complexus, lo que esta tejido en el conjunto en el todo (p.
228). Lo cual significa asumir como contextualizando, globalizando y
relacionando las partes con el todo y el todo con las partes en su múltiple
interacción mediante procesos de interdisciplinariedad y transdisciplinariedad.
Es por ello que dentro de los procesos de enseñanza aprendizaje y el mundo del
saber pedagógico el sujeto debe verse en su totalidad, como ser humano físico,
biológico, y social, que tiene un cúmulo de necesidades que deben ser
satisfechas en su entorno educativo.
Comprender que el pensamiento complejo está
animado por una tensión permanente entre la aspiración a un saber no parcelado,
no dividido, no reduccionista. El principio de reducción conduce a restringir
lo complejo a lo simple. La inteligencia parcelada, mentalizada, mecanicista,
rompe lo complejo del mundo en fragmentos separados, fraccionando el problema,
es una inteligencia miope.
El sujeto necesita objetividad para evitar los
errores de la acción. El necesita del
objeto, lo crea y para que el sujeto sea nutrido de objetividad, es el cómputo
individual el que por sí mismo crea la disyunción ontológica y la interacción
complementaria sujeto/objeto.
El objeto nace al mismo tiempo que el sujeto que
lo constituye. En este sentido, el sujeto produce al objeto. Pero como el
sujeto necesita objeto, objetividad y objetivos, como necesita conocer
objetivamente lo que trata, organiza y manipula, comenzando por los
constituyentes de su propio organismo, se puede decir que el objeto produce
también al sujeto.
De ahí la
idea de que alguien que sea capaz de conocer a partir de un esfuerzo
lógico-epistemológico, de objetivarse frente a lo real sin reducir su
conocimiento a opciones teóricas o sea, una idea que supone complejizar la
relación de conocimiento, incorporando las mediaciones desde las cuales se
construye la objetivación.
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