Dialogando en Familia
Cuando el perdón prevalece
Alejandro
A. Artigas Núñez
Para muchos, esta
palabra, aunque muy corta, resulta muy difícil de digerir, cuando hoy en día se
sigue practicando la ley del talión, o ley mosaica del ojo por ojo o diente por
diente, y en donde la tolerancia poco o nada se ve o se practica. Es decir, si
tu me haces una, entonces yo te hago dos, una por la que me hiciste y la otra
para que nunca te olvides de mí y no te vuelvas a meter conmigo. Tanto es así
que en nuestro diccionario personal no figura la palabra perdón, y mucho menos
la frase: Perdóname me equivoqué; pensando que si perdonamos o pedimos perdón,
nos disminuimos como personas, y esto no es así.
Es posible que en una
sociedad tan convulsionada, como esta, nos lleve a no dejarnos de nadie y a
luchar constantemente para alcanzar las metas que nos proponemos, sin importar
la forma como lo logramos e incluso si toca pasar por encima de quien sea, sin
darnos cuenta que cuando practicamos el perdón mejoramos en salud y evitamos
hasta el estrés. En nuestros hogares, trabajos y en nuestra vida cotidiana en
algún momento en necesario perdonar a determinadas personas, que por voluntad
propia o quizá por omisión nos ofendieron o nos hirieron con sus comentarios y
comportamientos, en algún momento, lo que nos llevó al punto, incluso, de no
dirigirles la palabra, practicando aquello del que me la hace me la paga, craso
error, esto es falta de tolerancia y de perdón.
Los estudiosos del tema
han descubierto que cuando no perdonamos nos enfermamos, tanto emocionalmente
como físicamente, llegando al punto que solamente cuando perdonamos a esa
persona, ser querido o familiar nos mejoramos. Tenemos el ejemplo más grande de
la historia de la humanidad en la Biblia: Jesucristo, en las horas de agonía en
la cruz del calvario, a pesar de que le estaban crucificando, dijo: “Padre,
perdónales, porque no saben lo que hacen”; y Esteban, uno de los seguidores del
Señor Jesucristo, al momento de ser apedreado, también nos dejó para la
posteridad una gran enseñanza, una célebre frase: “Señor, no les tomes en
cuenta este pecado”, a pesar de que lo estaban matando, y así, les aseguro, que
también encontrarán grandes ejemplos de muchos personajes que podemos aplicar
en nuestras vidas.
En las frases del Padre
nuestro, la oración modelo por excelencia, se nos enseña también: “…perdona
nuestras ofensas, como también, nosotros perdonamos a los que nos ofenden…”;
entonces debemos perdonar para ser perdonados. Hoy esto parece muy difícil de
practicarlo, el perdón. Muchos matrimonios, hogares, amistades, la sociedad en
general hoy en día, se han distorsionado por no tener la suficiente valentía y
madurez para perdonar. Padres que no le hablan a sus hijos; hijos que no le
hablan a sus padres, porque simplemente se molestaron y no se perdonaron;
vecinos que no se dirgen la palabra. Aquí cabe la conseja de que: “nadie sabe
lo que tiene hasta que lo pierde”.
No esperemos el día de
mañana para hacer lo que podemos hacer hoy. Arreglemos nuestras desavenencias o
diferencias y no perdamos nuestras amistades, unas más sinceras que otras, pero
amistades al fin, en incluso a familias, por el solo hecho de no querer
perdonar. A pesar de lo difícil de la situación le animamos a saber perdonar, a
que perdonemos y veamos las cosas desde otra óptica. Perdone a sus padres, si
es el caso; perdone a su esposa o esposo; perdone a su hijo; perdone a sus
amigos, perdone a sus vecinos, así como Dios le perdona a usted. Ánimo, no se
arrepentirá, no perderá nada y ganará mucho, se lo aseguro.. Hasta una próxima oportunidad si Dios quiere.
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