Dialogando
en Familia:
Don Simón Rodríguez
En la entrega pasada
dialogamos un poco sobre una información recopilada del rebelde José Leonardo Chirino,
epónimo de la institución donde me desempeño como educador, la Escuela Técnica Comercial
Nacional “José Leonardo Chirino”, un negro esclavo, al que la historia
considera rebelde y hasta sanguinario, sin embargo pues, esa fue su manera de
defenderse y/o reclamar sus derechos. Hoy queremos compartir un poco de una
información recopilada de Don Simón Rodríguez, al que también se le conoció
como Samuel Robinson; de este muy recordado nombre, nació lo de
escuelas robinsonianas por su empeño en la formación.
Simón
Rodríguez nació en Caracas el 28 de octubre de 1769. Pedagogo, pensador filosófico, escritor de densas obras de
contenido histórico y sociológico, y conocedor a fondo de la sociedad
hispanoamericana. Fue maestro y mentor del Libertador Simón Bolívar.
Hijo expósito,
su vida activa de maestro la comenzó en mayo de 1791, cuando el Cabildo de Caracas
lo admite para ejercer el cargo en la escuela de primeras letras para niños.
Impartió clases al niño Simón Bolívar, enseñándole los rudimentos de las
lenguas española y latina, aritmética e historia. Llegó a tener bajo su
pupilaje a un grupo de niños que para finales del año 1793 ascendía a 114.
En 1974,
presenta al ayuntamiento sus reflexiones sobre los defectos que vician la
escuela de primeras letras de Caracas y el medio de lograr su reforma por un
nuevo establecimiento. Se trata de un planteamiento crítico de la enseñanza
colonial. En 1795, cuando el niño Bolívar se fuga a la casa de su tutor, es
enviado a vivir en la casa de su maestro Simón Rodríguez, bajo la tutoría de éste.
En 1797, a
raíz de ser abortada la tentativa revolucionaria de Gual, España y Picornell,
el maestro toma la determinación de salir al extranjero. Llega a Kingston
(Jamaica), donde residirá algún tiempo y cambiará su nombre por el de Samuel
Robinson. Luego viaja a los Estados Unidos, vive en Baltimore como cajista de
imprenta, hasta finales de 1800, y en abril de 1801 se traslada a Francia.
Desembarca en Bayona y pasa a París donde se residencia. Son los años del
ascenso vertiginoso de la estrella de Napoleón Bonaparte. Por esos tiempos,
Bolívar ya viudo, llega a París en 1804. El maestro y el alumno se reúnen a
poco en Viena y van a madurar entre los dos una sólida y bella amistad.
Rodríguez participa de manera decisiva en el nuevo rumbo de Bolívar: el
compromiso para siempre con el destino de su patria. Este gran maestro influye sobre Bolívar de una extraordinaria
manera.
Juntos parten
en marzo de 1805, a un viaje que los lleva a Lyon y Chambery para luego
atravesar los Alpes y entrar en Italia: Milán, Venecia, Ferrara, Bolonia y
Florencia. En Milán presencian la nueva coronación de Napoleón, esta vez como
rey de Italia. El 15 de agosto de ese mismo año suben al Monte Sacro, en Roma,
y Rodríguez recoge para la posteridad el juramento que su discípulo hace: “Juro
delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi
honor; y juro por mi patria; que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi
alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del imperio
Español”.
Luego de una breve
visita de Bolívar a Nápoles retornan a París hacia fines de año. Poco tiempo
después se separan y, en 1806, inicia Simón Rodríguez, un largo peregrinar por
Europa, viviendo en Alemania, Prusia, Polonia y Rusia, donde se dedicó por
varios años a la docencia. En 1823, en Londres se encuentra con Andrés Bello y
ese mismo año emprende su viaje de retorno a América. Desembarca en Cartagena
de indias, y retoma su nombre de Simón Rodríguez. En Bogotá, en 1824, realiza
la primera fundación de una escuela-taller. Bolívar lo incorpora al grupo de
sus colaboradores directos. A mediados de abril, parte con Bolívar hacia varias
ciudades de Perú y pasa por Bolivia. En Noviembre de ese mismo año, Bolívar lo
nombra “Director de Enseñanza Pública, ciencias físicas, matemáticas y de artes
y director general de minas, agricultura y caminos públicos de la República
Bolivariana”.
En los años
finales de su vida. Simón Rodríguez se va a Guayaquil, donde se perderá buena
parte de su obra a causa de un incendio que devastó buena parte de la ciudad.
En 1853, emprende un nuevo viaje al Perú, acompañado por su hijo José y su
amigo Camilo Gómez, quien lo asistirá al momento de su muerte, ocurrida en el
pueblo de Amotape el 17 de julio de 1853. Setenta años después, sus restos
fueron trasladados al Panteón de los Próceres en Lima, y desde allí, al siglo
justo de su fallecimiento, fueron devueltos a Caracas, ciudad natal, donde
reposan en el Panteón Nacional. Hasta una próxima oportunidad si Dios quiere.
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